martes, 13 de agosto de 2013

Memorias de un jubilado 10 "El Dr. Achi"

Memorias de un jubilado – 10

El Dr. Achi

Cuando se abrió la puerta de la sala de emergencia de la Clínica Kennedy, un doctor preguntó por los familiares de la señora Nelly Wilches,

-Yo soy el esposo - le dije enseguida

Nos hizo pasar, a mí y a mis hijas, para explicarnos la terrible realidad de la situación de Nelly, pedí que pase también mi cuñado Marcelo y Ernesto que acompañaba a mi hija Sole. El Doctor nos explicó cómo debía realizar la operación, tenía que entrar por la arteria de la ingle con un catéter que tiene en su extremo una cámara diminuta que envía todas las imágenes a su computadora, para llegar a las arterias del cerebro que se habían roto, e intentar sellarlas por dentro con una sustancia desconocida para mí, la otra alternativa nos dijo, es la operación desde el exterior, abriendo el cráneo, limpiando la sangre derramada en el cerebro y sellando las arterias, con alto riesgo de causar daños colaterales en el cerebro, pero ese tipo de operación tendría que ser realizada por otro especialista.
Tuve que tomar la decisión en ese instante, la vida de Nelly dependía de eso, no había tiempo para buscar otro especialista y la sola idea de abrir el cráneo me parecía terrible, eran las 2h30 del martes 13 de septiembre del año 2011,

–Doctor pongo la vida de mi esposa en sus manos–

–Yo voy a hacer todo lo que sé, pero la vida de su esposa está en manos de Dios– me respondió.

Él era el neurocirujano Dr. Jimmy Achi, joven, terriblemente joven para nuestra preocupación, de buen tipo, y de un hablar categórico que denotaba un conocimiento profundo, y transmitía confianza, y nos explicó que Nelly había sufrido un aneurisma, con un derrame cerebral gravísimo, y que solamente dos de cada diez personas sobreviven, e inclusive nos dijo que, aún cuando saliera todo bien en la operación, los cinco días siguientes eran de mucho riesgo, pues se puede  provocar un infarto cerebral. Se decidió ingresarla enseguida para el trámite preoperatorio, y se definió la hora de la operación, siete de la mañana, nos dijo que la operación podría durar tres horas.

Por las clases en la UEES decidimos adelantar el cumpleaños de Sole al domingo 4 de septiembre con un almuerzo en los exteriores de nuestra casa en Machala, ella viajó desde Guayaquil con Ernesto, y no podíamos imaginar todo lo que nos tenía preparado el destino después de disfrutar de ese almuerzo en familia. El lunes 5 la llamamos por teléfono para felicitarla otra vez. El martes 6 de septiembre del 2011 fundía con hormigón de Holcim y malla electrosoldada, el patio de la construcción del Dr. Tito Villalta alrededor de la piscina, y en el borde de ésta nos subimos para no interferir con el trabajo de los maestros ni con la tubería que conduce el hormigón, el jacuzzi tiene un desnivel para formar una caída de agua hacia la piscina, mientras estaba conversando con Tito de las necesidades de la construcción para los siguientes días, tropecé en ese desnivel y caí.
Tito intentó alcanzarme pero no pudo, caí de cabeza hasta el fondo de la piscina en construcción  sin hacer ningún movimiento para intentar disminuir el golpe con brazos y piernas –simplemente me dejé caer– En dos ocasiones hemos conversado al respecto, pues no es comprensible que no haya realizado algún intento para evitar o disminuir el golpe, y él se ratifica, que en su criterio, al caer, yo ya estaba inconsciente.
Al despertar he gritado por el dolor –de esto no recuerdo nada, me lo contó Tito– atravesamos la construcción caminando hasta su carro, me ingresó por emergencia en la Clínica de Traumatología de Machala, me realizaron tomografías, radiografías, y no sé qué otros exámenes, y cuando me iban a trasladar a una habitación de la clínica, recobré la conciencia. Recuerdo que el Dr. Veintimilla, traumatólogo, y el Dr. Valarezo, neurólogo, me hablaban y al acomodarme en la cama me dieron el diagnóstico: tenía un derrame cerebral por el golpe a la altura de la sien en el lado derecho de mi cabeza, y la clavícula derecha fracturada, me habían puesto un cuello ortopédico y un inmovilizador en el brazo y debían hacerme, al siguiente día, una encefalografía, existía la posibilidad de que ya no haya más derrame y la sangre pudiera ser reabsorbida por el cerebro, o que la sangre continúe saliendo, provocando un cuadro clínico complicado que tenía que resolverse con una operación al cerebro. Me preguntaron si fumaba, les respondí que no, me preguntaron si bebía, y les respondí con toda sinceridad:

–No tanto como yo quisiera–  

Al siguiente día Tito me dijo, como doctor y como amigo, que sería conveniente que resuelva enseguida si viajaba a Guayaquil para una posible operación en el cerebro, ya que, si el derrame continuaba, los síntomas serían vómitos, fuertes dolores de cabeza, pérdida de la conciencia y hasta coma cerebral, y en Machala no habían los equipos necesarios para una operación al cerebro. La encefalografía realizada ese miércoles dio un resultado positivo, el cuadro clínico no se había agravado, había esperanza de que la sangre sea reabsorbida, y decidí esperar los resultados de los exámenes de los siguientes días. Tuve suerte, el sábado 10 de septiembre, me permitieron ir a mi casa, pero debía regresar el martes para otra tomografía. Jimena y los niños llegaron de Cuenca, mami, de Guayaquil, enseguida que se enteraron del accidente, pero al verme en proceso de recuperación se regresaron el sábado, dejándome ya en casa, sin saber que la historia recién comenzaba.

Ese martes 6 de septiembre Nelly realizaba sus actividades en la casa, cuando escuchó que llamaban a la puerta, era el maestro de obra de la construcción, quien no hallaba la forma de darle la noticia, ella se dio cuenta enseguida que pasaba algo malo, al enterarse corrió hacia la clínica, entró en la habitación, me abrazó, y al conocer el diagnóstico médico, comprendió la gravedad del asunto,  –en ese momento comenzó el problema para Nelly– conociéndola como la conozco, sé que no podía apartar de su mente los riesgos y los temores por una complicación. Ella no podía manejar el carro desde el accidente del 2007, todas las actividades cotidianas se complicaron desde el sábado 10 que regresamos a la casa, el lunes tuvo que ir en taxi para realizar una gestión en el centro, y al final de la tarde, al comisariato para hacer las compras de la semana, cuando sentí que el taxi la dejaba en la puerta con todas las fundas en el suelo, baje para ayudar a ingresarlas y eso provocó una reacción fuerte en ella pues me decía que yo no podía moverme y menos bajar escaleras –es verdad, así lo había dicho el médico–, al llegar la noche me preparó algo para comer y al entrar al dormitorio y ver la luz y la tele apagadas, y yo sentado en mi sillón despierto, se angustió pues supuso que algo no estaba bien, siendo yo un asiduo televidente, dueño absoluto del control remoto.

–Algo te pasa– me dijo, –si estás mal debes volver a la clínica.

–Solamente pretendía descansar, no es para tanto– le contesté enseguida.

Pero si era para tanto y más, Nelly bajó mal, debía tener una presión tremenda en su cerebro, y luego de un momento la escuché quejarse, bajé la escalera y la encontré recostada en un mueble de la sala, quejándose de un fuerte dolor de cabeza, no sabía qué hacer, estaba solo, Marcela había salido al gimnasio y Carlitos se había quedado dormido en su cuarto, como el dolor aumentaba, ella me dijo con voz entrecortada:

–Creo que me va a dar un derrame, llama a un médico, ya no aguanto el dolor de cabeza­–

Llamé de inmediato a Tito y llegó enseguida –gracias a Dios estaba caminando en el parque junto a mi casa, con su esposa Marta– la examinó y se dio cuenta enseguida de la gravedad de la situación, –y me lo dijo– Nelly empezó a vomitar agua, una y otra vez, y ya no respondía, entró enseguida en coma. Llegó Marcela y entre los tres la llevaron al carro para ir a la clínica, nunca en mi vida había sentido tanta desesperación y tanta impotencia pues no podía ayudar con la fractura de mi clavícula, y mi cuello inmovilizado por el derrame. Me vestí como pude y pedí un taxi para ir a la clínica, Nelly estaba inconsciente en la sala de emergencias, le habían hecho una tomografía y se había comprobado el diagnóstico de Tito: aneurisma, un derrame cerebral.  
El Dr. Romero y su esposa, propietarios de la clínica, me estaban esperando, debía llevarla de inmediato a Guayaquil para operarla, en Machala no había los equipos necesarios para esta operación, la Dra. Romero me dijo:

–No pierda tiempo, la ambulancia está lista para llevar a Nelly, podemos llamar por teléfono a un neurocirujano para que esté esperando en la clínica, en estos casos el tiempo puede ser la diferencia entre salvar una vida o perderla–

Mi mundo se me vino abajo, no hay palabras para explicar lo que se siente cuando te dicen que la vida de un ser querido depende de lo que resuelvas, desde la sala de emergencias llamé a Sole a Guayaquil, le expliqué la situación y le pedí que le pregunte al Dr. Intriago, padre de Ernesto, por algún neurocirujano que pueda operar enseguida a Nelly.
Luego cambió mi vida, escuché la voz de un tipo que se imponía entre la de los demás, lo miré y era un desconocido para mí, era una persona robusta, con barba tipo candado, una voz pausada que indicaba conocimiento, autoridad, sentado en una silla de un escritorio, inadvertido entre todos los que estaban en la Sala de Emergencia, de quien nunca supe su nombre aunque me dijeron que era de Guayaquil y que estaba sustituyendo unos días al neurólogo de la clínica, el Dr. Valarezo que estaba en un seminario, fue él quien me dijo:

–No pierda tiempo señor, el Dr. Jimmy Achi puede salvar a su esposa, si usted lo decide yo puedo llamarlo enseguida y pedirle que lo espere en la clínica–

–Hágalo Doctor, dígale que salimos enseguida en la ambulancia– le respondí de inmediato.

Llamé otra vez a Sole, estaba en casa de Ernesto y sus padres confirmaron que el Dr. Achi era el indicado. Recogimos algo de ropa de la casa y regresamos a la clínica, lo habíamos decidido, Marcela viajaría con mi cuñado Marcelo y su hijo, que me acompañaron desde el comienzo, y yo me iría junto a Nelly en la ambulancia
En la puerta de la ambulancia estaba el Dr. Veintimilla, mi traumatólogo, que controlaba mi recuperación por la caída y el derrame, me dijo enseguida:

–Usted no puede viajar, no está en condiciones, debe descansar, el viaje en la ambulancia le puede hacer mucho daño, el golpe en su cabeza es algo serio –

Me despedí de él, sabía que ya no podría regresar a la clínica de Traumatología para la tomografía programada para el siguiente día, y nadie podría prever lo que sucedería después. Eran las doce de la noche, empezaba el martes trece, el viaje fue terrible, nunca me había imaginado todo lo que se siente al ir dentro de una ambulancia y ver que un ser querido está luchando con la muerte. Nelly continuaba en coma, vomitando agua, y en dos ocasiones, el Doctor que la acompañaba hizo parar la ambulancia, para comprobar sus signos vitales. En la segunda ocasión, le preguntó al chofer:

–Cuánto falta para llegar a Guayaquil–

–Unos veinte minutos– le respondió.

–Entonces “sopla”–

La desesperación que me provocaron estas palabras fue tan grande, que allí, en la oscuridad de la ambulancia, en algún lugar de la carretera a Guayaquil, me puse a llorar en silencio, me daba cuenta que Nelly no iba a llegar a la clínica, me puse a pensar en todo lo que habíamos vivido juntos, desde que me atreví a enamorarla en aquel lejano 1973, cosas buenas, y también, cosas malas, le pedí perdón al Señor por todo el daño que le había causado, y le pregunté si podía ayudarnos.
Él permitió que llegue a la Clínica Kennedy, allí nos esperaba el Dr. Achi, enseguida le hicieron tomografías y todos los exámenes necesarios. En la Sala de espera me abracé con Sole y Ernesto, cuando  salíamos de Machala en la ambulancia les avisé a mi madre y a mi hermana, y allí estaban, –conmigo como siempre–  pero además estaban a esa hora de la madrugada, mi sobrina  Mariuxi y John –nunca supe con quién habían dejado a Alexa–, Juan Carlos, mi sobrino, y mis amigos del grupo intimo que tenemos en Machala –más que amigos, hermanos– Panchito y Saharita, y Anita, con su hijo Fernando. Me daba cuenta que no estaba sólo, que iba a tener apoyo para la batalla que recién empezaba.

Como el Dr. Achi nos indicó que la operación iba a ser a las siete de la mañana y que iba a durar tres horas, les pedí a todos que se retiren a sus casas, que allí, no se podía hacer nada más que esperar, y que mejor regresen a media mañana para conocer los resultados de la operación. Nadie se movió de su puesto, todos se quedaron acompañándome, y pude valorar lo que es la solidaridad, y cuanto sirve en los momentos de mayor sufrimiento.
Cuando ingresaron a Nelly a la Sala de operación, no podía saber si iba a volver a verla con vida, y en ese momento me quebré, ya no podía más, había tratado de mantener la compostura en todo momento, pero ya no podía más, y allí, delante de todos, me abracé con mis hijas y les dije llorando:

–Yo no sé si pueda vivir sin Nelly–

Mi madre y mis hijas me llevaron a la capilla de la clínica, y en ese silencio tan especial que tienen las casas de oración, pude hablar con el Señor, le expliqué que por segunda vez me arrodillaba ante Él para pedirle que todavía no se lleve a mi esposa, que nos permita seguir un “ratito más”  juntos, y que, el resto de nuestras vidas queríamos vivirlo en paz, glorificando su nombre. Yo creo que Él aceptó el pacto, y se manifestó enseguida.
En la mitad del tiempo programado para la operación, se presentó el Dr. Achi ante todos nosotros con una sonrisa en su rostro, y reflejando una paz en su mirada, y nos dijo:

–La operación fue un éxito total, se pudo sellar las arterias del cerebro que habían explotado–

La emoción que se sintió al escuchar ésto, podría definir la felicidad, me abracé con mis hijas llorando, y vi, por encima del hombro de una de ellas, que en un rincón de esa sala, sentado en el suelo, mi sobrino Juan Carlos también lloraba en silencio.

­– ¡Nunca podré olvidar las lágrimas de felicidad que provocó la sonrisa del Dr. Achi! –

En ese mismo día, martes 13 de septiembre del 2011, mis hijas le pidieron al Dr. Achi, después de la operación, cerca del mediodía, que autorice una tomografía para evaluar mi derrame, si disminuía o aumentaba, se pidió a la Clínica de Traumatología de Machala que envíe por internet las tomografías anteriores, después de todo el trámite, el doctor simplemente me dijo que yo estaba fuera de peligro, que la sangre derramada estaba siendo reabsorbida, pero que una de las arterias de la parte posterior de mi cabeza, tenía una mala conformación, por lo que era un riesgo potencial para el futuro –seguramente esa será otra historia–

Los días siguientes fueron de mucha tensión, en la sala de cuidados intensivos le administraban medicina por los sueros, para disminuir el riesgo de un infarto cerebral, nos permitían a tres familiares ingresar a verla, diez minutos cada uno, en la mañana y en la tarde, con horarios estrictos,  y toda nuestra vida, se redujo a eso, a esperar esos diez minutos para verla, al igual que todos los familiares de los pacientes que estaban en la amplia sala de cuidados intensivos. Allí adentro, con las camas alineadas una cerca de la otra, se podían conocer las angustias y los pesares de otras familias, y también las tragedias cuando algún paciente fallecía o no salía del coma, y los familiares le hablaban al oído, bajito, para buscar un contacto con su mente, y el contacto no se producía, como sucedió con el paciente que estaba junto a Nelly.
Al comienzo Nelly estaba inconsciente y sólo podíamos verla, en el segundo día, cuando despertó, nos habló, creía que estaba en Machala, en la Clínica de Traumatología, tuve que explicarle todo, lo más calmado posible, al menos, todo lo que podía contarle tratando de no afectar su recuperación. En ese segundo día llegaron de Cuenca las hermanas de Nelly, Ruth y Mónica con su esposo Gustavo, y trajeron a mi hija Jimena.
El resto del tiempo lo pasábamos en las salas de espera, en dónde, generalmente, no alcanzaban las sillas. Recibimos visitas de todos nuestros familiares y amigos preocupados por la salud de Nelly, llegaron Carlos y Priscilla Henríquez, no los había visto en mucho tiempo, desde que vivíamos en Guayaquil, y al saber que Nelly estaba en cuidados intensivos y al verme con el cuello ortopédico y el inmovilizador en el brazo, pensó Priscilla que habíamos sufrido un accidente. Recibía llamadas todo el tiempo de Cuenca, Machala, Quito, preguntando como seguía, y a todos se les explicaba del riesgo de los cinco días siguientes a la operación, y allí empezó otra historia.

Mi hermana Patricia recibió la llamada de las Madres Carmelitas del Claustro de Machala, quienes le indicaron que estaban orando por Nelly, día y noche, y se unieron en oración amigos, familiares, personas desconocidas, muchísimas personas  –conocimos después– hacían “cadenas de oración“, grupos de oración en donde la mayoría, tal vez ni la conocían, pero oraban por ella. ¿Cómo cuantificar esta acción? ¿Cómo saber a quiénes agradecer? ¿Cómo apreciar en justa medida la solidaridad humana? Dentro de todo el sufrimiento que nos tocó vivir, y a pesar de la incertidumbre de no saber qué pasaría después, de haber tenido la duda constante de pensar si Nelly iba a quedar con defectos físicos, como es común en estos casos, nos quedó la satisfacción de haber tenido a nuestro lado todo el apoyo que nos podían dar nuestros familiares y amigos, y todas las oraciones que nos brindaron anónimos personajes,  unidos por una causa espiritual, que se constituyó en una fuerza tan grande que el Señor la vio con buenos ojos, y el Señor responde a la oración, y lo hizo de la mejor manera.

Nelly pudo pasar los cinco días de mayor riesgo y empezó su recuperación, y estando aún en la sala de cuidados intensivos, empezó a quejarse de que le llevaban muy tarde el desayuno –era un buen síntoma– El jueves 22 de septiembre la pasaron a una habitación, y desde luego –no podía ser de otra manera– la acompañé todo el tiempo, día y noche, y como seguía quejándose por la tardanza en el desayuno, decidí llenar la refrigeradora pequeña del cuarto, con todo lo que le provocaba comer, y así tuvimos desayunos a las horas más inusuales, tres, cuatro, cinco de la mañana, a la hora que le provocaba,  y desayunaba ella y desayunaba yo, de manera que empecé a comprar también las cosas que a mí me gustaban, como la leche de chocolate y las galletas de chocolate.  –En uno de esos días sin fecha, mi sobrino Arturo Javier me llevó una caja de chocolates con manjar de La Bonbonniere, que traté de esconderlas para disfrutarlas como un placer solitario en la madrugada, pero todo fue inútil, se acabaron enseguida–
En la mañana siguiente llamó nuestra amiga Anita, para contarnos que el Padre Camilo iba a visitar a Nelly, llegó muy temprano al siguiente día, era el sábado 24 de septiembre, y después de conocer las dos historias y de ver que estábamos en buenas condiciones, nos dijo:  

–Algo grande espera el Señor de Ustedes– y nos dio la bendición en la frente después de hablar con Nelly y de hacerla orar.

El Dr. Achi le dio el alta el lunes 26, indicándole que debía evaluarla al mes de la operación, en su consultorio de la Kennedy de La Alborada, pero recién pudimos salir el miércoles 28 de septiembre al final de la tarde, cuando la compañía de seguros envió la Carta de Crédito para cubrir todos los gastos. Fuimos al departamento de Central Park, y como coincidió con la reunión mensual de mis compañeros de la Promoción XXII del San José-La Salle –último miércoles de cada mes en la parrillada El Ñato, de Urdesa– les pedí a Jimena y Sole que acompañen a Nelly hasta mi regreso, y me fui a desestresar con mis amigos.

El jueves 13 de octubre la llevé al consultorio del doctor, la evaluó y la dio el alta definitiva permitiéndole viajar a Machala al siguiente día, viernes 14 de octubre del 2011. En esa consulta aproveché para hacerle una pregunta íntima, y personal,  y su respuesta también es íntima y personal, y continuará siendo así.

En Machala solicité una Misa de Acción de Gracias en la Capilla de las Madres Carmelitas y le pedí al Padre Jaime, que en la recuperación después del accidente del 2007, había ayudado tanto a Nelly, que oficiara la misa. Después de conocer las dos historias, el Padre Jaime también nos dijo:

–El Señor espera mucho de Ustedes–

En esa misa pude agradecer públicamente al Señor, y también a las Madres Carmelitas y a todas las personas que nos habían acompañado o que habían orado por la recuperación de Nelly, y pude agradecer a mi amigo el Dr. Tito Villalta, que nos atendió a los dos en forma oportuna, y nos trasladó a los dos a la clínica en su vehículo, con tan sólo una semana de separación, y desde luego, al Dr. Achi, que puede realizar esas operaciones maravillosas con tanta ciencia pero sabiendo que la vida de sus pacientes está en manos de Dios y que es Él quien guía su mano.

Cuando se cumplió el año de la operación, acudimos a la consulta con el Dr. Achi y le pedimos autorización para viajar a New York, y la concedió, señal de que Nelly estaba bien, nos dijo que no había ningún riesgo, más allá del que tiene cualquier persona sana. El 15 de abril del 2013, el Dr. Achi –al año y medio del derrame– debió realizarle otra operación a Nelly, exactamente igual a la primera, vía cateterismo pero sólo para comprobar por dentro el estado en que se encontraban las dos arterias del cerebro que habían sido selladas, chequeó dos más, los resultados fueron excelentes.  

Hace pocos días, casi a los dos años de la operación pudimos celebrar nuestro aniversario 37, en las profundidades de unas termas subterráneas, donde se respira una paz increíble y en donde se aprecia en sumo grado el solo hecho de respirar, quedando esos duros momentos como un recuerdo en el blog de las memorias de un jubilado.

"La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla"

Gabriel García Márquez

4 comentarios:

  1. Que hermoso leer estas líneas, en las que se reconoce la grandeza e inifiinito amor de Dios para con sus hijos, y en las que se expresa acertadamente la humildad y vocación de servicios del Dr. Jimmy Achi, el así mismo, en su calidad de instrumento del Señor, le salvo la vida a una de las personas más importantes de mi vida.

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  2. Que hermoso leer estas líneas, en las que se reconoce la grandeza e inifiinito amor de Dios para con sus hijos, y en las que se expresa acertadamente la humildad y vocación de servicios del Dr. Jimmy Achi, el así mismo, en su calidad de instrumento del Señor, le salvo la vida a una de las personas más importantes de mi vida.

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  3. Me tocó algo parecido vivir y si el doctor es un excelente profesional q va a la par con Dios dándole un son maravilloso .. Muchas bendiciones para el y muchos exitos

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  4. Nosotros también pasamos algo parecido, doy fe de excelente Médico que es el Dr. J Achi, salvó a mi esposo, lo dejó "papelito"como dicen los chicos
    Gracias Dr Achi, es una eminencia, cómo su cuerpo de Médicos que lo acompañen

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