lunes, 22 de junio de 2015


Memorias de un jubilado N° 16

“Los años 60…sólo para nostálgicos”

­–¿Córdova, tienes alguna enfermedad terminal, que nos regalas estos discos?– me preguntó en son de broma Carlos Marín, en la última reunión de mis compañeros del colegio San José La Salle el miércoles 27 de mayo del 2015
–Desde luego que no–  le respondí. –al menos, no me he enterado–
Pero quedó en mi memoria esa pregunta, recordando que habían pasado ya, seis años, regalando discos en mp3 a mis compañeros, en cada aniversario de graduación:
2010:     “Antigüedades, Billboard, Blues, Bohemia, Festival de San Remo, La France”
2011:     “Soundtracks, Bossa, Duetos, Rock, Brasileños, Cubanos”
2012:     “Argentinos de los 70, Españoles de los 70, Michael Bublé & Diana Krall, Pasión Vega”
2013:     “Algunas baladas, Unos cuantos boleros, Una que otra de Iglesias, Some Duets”
2014:     “Para un momento de relax”
2015:     “Algo para recordar” y
“Los años 60’…sólo para nostálgicos”
Todo empezó hace quince años cuando descubrí Napster y empecé a bajar música en mi computadora, era un programa P2P creado por Sean Parker y Shawn Fanning, un sistema de distribución de música entre pares, completamente gratuita, con 26 millones de usuarios en febrero del 2001, sólo tenía que solicitar una canción y me conectaba con los usuarios que la tenían y que me permitían bajarla, pero era lento, y si el usuario de cualquier parte del mundo que tenía la canción, apagaba su computador, me dejaba en cero, tenía que buscar otro usuario. Pero a pesar de las dificultades empecé a acumular la música que me gustaba.
Desde luego este programa provocó la reacción de las empresas discográficas que llevaron a juicio a Parker y a Fanning, por violar la ley de los derechos de autor, y en julio del 2001 un juez de los Estados Unidos ordenó el cierre de los terminales Napster, y con mucha pena vi como las canciones que había logrado acumular en mi computadora, desaparecieron.
–Cómo hicieron eso?–
 No lo sé, la tecnología lo permitió. Tuvieron que pagar 36 millones de dólares a las empresas discográficas pero éstas nunca volvieron a ser lo que fueron. Toda esta historia la describe Justin Timberlake en el 2010 al personificar a Parker en la película The Social Network o simplemente Facebook, en donde –muy hábilmente– logró introducirse, desplazando y anulando a otros compañeros de  Mark Zuckerberg, copartícipes de la creación de Facebook.
Tuve que emigrar a Ares Galaxy para recuperar poco a poco mis archivos, y aunque seguía siendo lento en poco tiempo mi lista de canciones fue creciendo tanto que llegué a tener 10.000 canciones archivadas con Ares, hasta que me recomendaron el nuevo programa Nero StartSmart, con una velocidad increíble y que además permite oir la canción antes de bajarla o hacerlo al mismo tiempo, sólo demora unos cuantos segundos bajar una canción, lo que me ha permitido acumular hasta ahora más de 18.000 canciones de todo tipo, y con ellas programar y editar mis discos en mp3, cada uno con más de cien canciones, hasta doscientas, dependiendo de la duración de las canciones, con el tope de 700 megas ya que son CD de datos, lo que significa, más o menos 10 horas de música escogida, en cada CD, que nunca faltan en el equipo de mi carro, y que me acompañan por todas las carreteras  haciendo más agradable cualquier viaje.
Cuando empecé a bajar mis canciones, aprovechaba las reuniones con nuestro grupo de amigos de Machala, ocho parejas y media, para tratar de impresionarlos con mi música, algunas canciones antiguas, algunas modernas, otras raras, duetos increíbles, versiones modernas de canciones antiguas, pero enseguida me di cuenta que no alcanzaban una o dos reuniones que hiciera al año en mi casa, para seguir impresionándolos, por la cantidad de canciones que tenía, y decidí grabar discos para regalar en Navidad a mis amigos: Lucho y Loly, Edgar y Marcia, Hernán y Anita, Richard y Marjorie, César y Paty, Carlos y Priscilla, Francisco y Saharita, e Isabelita. No recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde que les regalé el primer disco, deben ser diez años más o menos, pero si recuerdo comentarios positivos de todos ellos, que en su momento elevaban mi ego y me daban satisfacción al escuchar los discos en alguna de sus casas cuando les tocaba la reunión mensual, yo simplemente sonreía y les decía:
–Qué buena música!–
Fue en enero del 2010, cuando les entregué el disco a mis compañeros del San José – La Salle, que uno de ellos, Roberto Valverde, me dijo, leyendo el archivo Antigüedades, con unas cuantas canciones de la época del colegio:
–Deberías hacer un disco completo con las canciones de nuestra época–
Y se me quedó grabada en la memoria esa idea, hasta que en el 2014 decidí hacerlo, y me puse a investigar en internet los discos que salieron año por año en la década de los  60’, pero buscando los originales en cada país, y revisando las carátulas de cada uno de ellos, para ver la lista de canciones y buscarlas en internet con la ayuda del programa Nero, y así pude revisar la historia de la música que preferí  en los 60’ y que sigo escuchando en la actualidad, desde luego, no son todas, las 199 canciones que están incluidas en este disco mp3  son simplemente, las que me gustan.  –Tengo derecho a elegir!–
Me tomó un año entero recopilar la información en internet, revisando las páginas oficiales de los cantantes, que en algunos de los casos son muy malas, contrastando con páginas de aficionados, que en algunos de los casos son muy buenas, y buscando las carátulas de los discos originales, que, en su parte posterior, me permitan revisar la lista de canciones de cada uno de ellos, para bajar con Nero las que me gustan.
 

 “Los años 60’…sólo para nostálgicos”
1960
En este año empiezan a grabar en formato L.P. Long Play o disco de Larga duración de 33 rpm, Los Teen Tops con su vocalista Enrique Guzmán, éxitos como El Rock de la cárcel, La plaga; y Los Camisas Negras con su vocalista César Costa, éxitos como Fiebre, Hotel de los corazones rotos, todos ellos jóvenes de dieciséis o diecisiete años;  y graba también su primer L.P. titulado “Ritmos Juveniles”: Tu significas todo para mí, Olvídalo, La historia de mi amor, otro joven de 17 años Alberto Vásquez, quien ya se presentaba en centros nocturnos con la autorización de su madre, que era a la vez su manager, y con su característico cigarrillo en la mano. Este disco lo compré y lo tengo guardado hasta ahora con algunos L.P.s que me niego a tirar a la basura, ya no tengo equipo para escucharlos pero no puedo botarlos, fueron parte de mi vida.
1961
Continúa el éxito de los Teen Tops y Enrique Guzmán, grabando dos discos: “Teen Tops II” y “Teen Tops III” con canciones como Presumida, Popotitos, hasta que la disquera decide lanzarlo como solista a Enrique Guzmán, grabando en este año dos discos: “Enrique Guzmán Volumen 1” y “Enrique Guzmán Volumen 2”, con éxitos como Tu cabeza en mi hombro, Cien Kilos de barro, Te necesito;  y lo mismo hace la disquera rival, al lanzarlo como solista a César Costa, con el L.P. “Sinceramente César Costa”, con éxitos como No existe el amor, Muchacho Solitario;  y triunfa definitivamente Alberto Vásquez con su L.P. que incluyó El pecador, La felicidad llegó, Quizás en la eternidad.  Ocho discos en total en 1961, entre estos tres mejicanos.
1962
Triunfan en España El Dúo Dinámico, que al comienzo se llamaban The Dinamic Boys hasta que un locutor en un estudio radiofónico se negó a presentarlos en inglés y simplemente los llamó el Dúo Dinámico, y con ese nombre se quedaron, y empiezan a grabar en formato E.P. que eran discos de cuatro canciones en 45 rpm, éxitos como Oh Carol, Perdóname; y continúan los éxitos de Enrique Guzmán con su “Volumen 4”: Dame felicidad, Payasito, Lo sé; y de Alberto Vásquez con su “Volumen 3”: Uno para todas, Perdóname mi vida, que aún conservo en un mueble de mi estudio. No recuerdo haber comprado un disco de Enrique Guzmán, esos los escuchaba donde mis primos Dalton y Claudio, pero si recuerdo haber comprado algunos de los discos de Alberto Vásquez.
1963
Continúan triunfando en España y en el mundo el Dúo Dinámico con sus discos E.P.: Amor de verano, Con sabor europeo, Amor misterioso, Lo nuestro terminó. Irrumpen en América nuevos cantantes como Leo Dan, argentino con sabor interiorano que compuso en este año canciones dedicadas a las mujeres: Celia, Fanny, otro argentino Palito Ortega con su éxito Sabor a nada, y Angélica María en México con Chariot. Y continúa Enrique Guzmán con dos L.P. “Volumen 5” y “Volumen 6” con canciones como: Te seguiré, Más, Uno de tantos; y Alberto Vásquez con su “Volumen 4”: Te espero, Amanecí en tus brazos. Pero lo más importante en este año se produce al sur del continente, en una pequeña ciudad de Uruguay: Paysandú, un grupo de jóvenes habían debutado el 10 de octubre de 1961, en el histórico Teatro Florencio Sánchez, y graban su primer disco en 45 rpm: Retén la noche, y la historia de la música cambia a partir de ese disco, ellos eran Los Iracundos, que inicialmente se denominaron los Blue Kings, con la voz desgarradora de Eduardo Franco, su cantante.
1964
En este año graba su primer L.P. el grupo rockero argentino Sandro y Los del Fuego, y triunfan con canciones de rock en español, como: Hay mucha agitación, imitando al Rey del Rock Elvis Presley, en el movimiento de sus caderas. Y en Brasil triunfa el joven Roberto Carlos y graba dos discos L.P. en este año, en portugués y en español: “E proibido fumar” y “Roberto Carlos Canta a la juventud”, con éxitos como: E proibido fumar, Mi cacharrito, Un león escapó. César Costa graba “Lo nuevo de César Costa” con canciones como La chica mala, Besos de azúcar; Palito Ortega triunfa con Vestida de novia, Los Iracundos con su canción que los define: Los Iracundos; Enrique Guzmán graba “El Romántico” con éxitos como Tu voz, y Alberto Vásquez continúa triunfando con Cuando calienta el sol.
1965
Los Iracundos graban dos discos: “Los Iracundos Sin palabras”, con canciones clásicas instrumentales como El hombre del brazo de oro, Caravana, De buen humor,  y “Los Iracundos Con palabras” con canciones como: Calla, Todo terminó, Me recordarás, La casa del sol naciente, y con ellas se quedaron definitivamente en la memoria de todos los jóvenes de esa época. Sandro continúa rocanroleando con su disco “Al calor de Sandro y Los del Fuego” pero introduce ya canciones de ritmo suave como La casa del sol naciente;  Roberto Carlos graba en Brasil su disco “Roberto Carlos y La Joven Guardia” con canciones como Namoradinha de un amigo meu, Negro gato, y una canción que recordaré toda la vida como una de las más románticas de la historia de la música: Eu estou apaixonado por voce. En México Alberto Vásquez  la rompe con su disco “Nuevos éxitos de Alberto Vásquez” y en verdad, todas fueron éxitos: Desencadena mi corazón, Lanza tus penas al viento, Dieciséis toneladas, Me conformo, Amor; y Raphael graba en España: La canción del tamborillero, Et maintenant, Mi vida.
1966
Sandro graba “El sorprendente mundo de Sandro” todavía con algo de rock como Tutti frutti, pero ya con las canciones románticas que lo harían triunfar en toda América: Melodía desencadenada, Llorando en la capilla; en España Raphael graba “Canta…Raphael” y se impone con las canciones: Cuando tú no estás, Desde aquel día, Yo soy aquel, Estuve enamorado; y los Iracundos triunfan en América con su L.P. “Los Iracundos Primeros en América”: Mi mente en ti, Nena para ti, Nuestro juramento y su desgarradora canción: La ciudad duerme (Tu ya no estás y la ciudad duerme, sin razón espero aquí, es el fin que dolor siento, Oh Dios, sufrir, por qué?…) que parecía brotar del alma en vez de la garganta de Eduardo Franco; en México, Alberto Vásquez graba su L.P. “Alberto Vásquez Con amor” con canciones como: Extraños en la noche, La sombra de tu sonrisa, Cuando vivas conmigo; y Angélica María graba su éxito Yo que no vivo sin ti.
1967
En 1967 dejé Machala y las rocolas de sus salones donde podíamos escuchar las canciones de Los Iracundos, y viajé a Guayaquil para estudiar el Cuarto Curso en el colegio San  José – La Salle, tenía catorce años y me cambió la vida, por la educación que recibí, y pasé de las rocolas de Los Indomables a escuchar misa todas las semanas, a aprender algo de francés, a dedicarme completamente a Física y a Matemáticas y sobre todo a apasionarme por la Literatura. En ese año salió el LP “Los Iracundos en Roma”, no tenía tocadiscos en Guayaquil pero igual compré el disco con algún ahorro, y más tarde pude llenarme de las canciones: Y la Lluvia caerá, Sé que no volverás, Me quebraste la vida, Sunny, Ángela. Raphael grabó dos discos en este año: “Digan lo que digan” con canciones como: Digan lo que digan, Mi gran noche, Cierro mis ojos, y “Al ponerse el sol” con canciones como La noche, Noche de ronda.
1968
Sandro graba tres L.P.s en este año, “Quiero llenarme de ti” con canciones como: Quiero llenarme de ti, Las manos, “Una muchacha y una guitarra” con éxitos como: Querida, Porque yo te amo, Como lo hice yo, (…te lo juro por ésta…), “La magia de Sandro” –tal vez lo mejor de Sandro– con éxitos como: Así, Penumbras, Penas, París ante ti, Me amas y me dejas. Los Iracundos no se quedan atrás y también graban tres L.P.s “Los Iracundos La juventud” con éxitos como El desengaño, “Felicidad, Felicidad” con éxitos como La bámbola, Y volverás en ese barco azul, Deja el último baile para mí, y el tercero titulado “Los Iracundos” con Puerto Montt, que se impuso en toda América, Solamente tú (Only you), Ay! Qué día que tengo,  La página diez (que años después fuera degenerada por Abdalá). Y para completar el año, el poeta argentino Leonardo Favio graba su L.P. “Fuiste mía un verano” (y aquí no hay como escoger, todas son excelentes canciones): Amanecer y la espera, Fuiste mía un verano, Ella ya me olvidó, Así es Carolita, Para saber cómo es la soledad, Quiero aprender de memoria, Ni el clavel ni la rosa, No ser Dios y cuidarlos, O quizás simplemente la regale una rosa. En España Raphael graba “El golfo” con éxitos como: Me gusta pensar en ti, Hava Nagila, Ave María; y Roberto Carlos graba en Brasil: Sentado á beira do camino, y Canzone per te, con la que ganó el Festival de la canción de San Remo,  Italia.
1969
Sandro graba dos L.P.s  “Sandro de América” con éxitos como Palabras viejas, Rosa Rosa, El maniquí, Fácil de olvidar, Por eso bebo, y otro disco titulado “Sandro”, con canciones como: Sin sentido, La vida continúa, Trigal; Los Iracundos también graban dos discos “Los Iracundos La lluvia terminó” con éxitos como Hace frío ya, La lluvia terminó, y “Los Iracundos” con canciones como: Buscándote, Chiquilina, Lisa la de los ojos azules, Recuerdo de amor, Te siento más distante; Leonardo Favio lanza su L.P. “Una cita con Leonardo Favio” con éxitos como El mundo sigue girando, Y no tendré con quien charlar; y Piero graba un L.P. lleno de éxitos: Vengo, Como somos, Fumemos un cigarrillo, Mi viejo, Juan Boliche, Tengo la piel cansada de la tarde, La gringa, No te vayas por favor; Raphael graba en España su éxito Balada de la trompeta incluida en su disco “Raphael El Ángel”
1970
Sandro se impone con su L.P. “Muchacho” con éxitos como: Te propongo, La vida sigue igual, Te quiero tanto amada mía, Qué tarde la esta tarde, Se te nota, Pobre mi madre querida, y luego graba otro L.P. titulado “Sandro” con Noche amantes, Páginas sociales, Voy a abrazarme a tus pies. Los Iracundos graban “Impactos” con éxitos como: La distancia es como el viento, Mamarracho, Va cayendo una lágrima. Piero graba “Pedro Nadie” con canciones protesta como Pedro Nadie y la mal utilizada por algunos gobiernos: Y todos los días (…los diarios publicaban porquerías…)

Aquí termina el resumen de lo que pude incluir en este CD de datos “Los años 60…sólo para nostálgicos” que he regalado a mis amigos de mi grupo de Machala, a mis amigos del San José – La Salle, y recientemente a mis amigos de Guayaquil: Carlos y Priscilla, Mario y Gina, y Fernando y Vilma, en una guitarreada en dónde cantamos algunos de estos temas y otros más rocoleros. En esta última reunión Gina Henríquez me dijo:
–Yo no sé cómo actúan ahora los jóvenes con relación a la música, pero recuerdo que cuando yo era joven sólo pasaba escuchando música–
–Yo era igual–  le respondí. –Pasaba todo el tiempo oyendo mis discos o escuchando la radio para conocer las nuevas canciones, y siempre estudiaba con mi música–
Pero además, dudo mucho que en esta época se generen discos de alta calidad como la que tenían los de los años 60', y no encuentro cantantes que perduren en el tiempo como los que están incluidos en este disco.
Recuerdo todos los comentarios que han hecho mis amigos a favor de mis discos, y eso me llena de satisfacción, pero además, viajo siempre, y siempre con Nelly a mi lado, escuchando viejas canciones, y cantando en español la mayoría de ellas, pero también en inglés, en italiano, en francés, en portugués, sin saber absolutamente nada de lo que estoy diciendo, pues de joven desperdicié mi tiempo libre y no aprendí ningún idioma, que por lo menos, me hubiese servido para entender lo que canto ahora.
Uno de mis amigos de Machala, Edgar Altamirano, me dijo un día, al recibir uno de mis discos:  –Tú regalas música, y el que regala música regala lo mejor de sí mismo–
Y creo que tiene razón, pues considero que es lo mejor que puedo dar a todos mis amigos, más aún, considerando la enorme satisfacción que me provoca, y sabiendo que ellos aprecian la música tanto como yo, y cuando me agradecen, lo único que puedo pensar es: –Yo soy el que les agradece por vuestra amistad–
Dijo el poeta Alberto Cortez:
“A mis amigos les adeudo la ternura, 
y las palabras de aliento y el abrazo; 
el compartir con todos ellos la factura,
que nos presenta la vida, paso a paso.”

 

martes, 2 de junio de 2015

Memorias de un jubilado N° 15 - "Cuentos de carretera"


Memorias de un jubilado N° 15

“Cuentos de carretera”

Había llegado la hora de reabrir mi blog: Memorias de un jubilado, que debí cerrarlo en noviembre del 2013, fue una dura decisión, me había dado tantas satisfacciones al permitirme contar mis historias, haciendo que salgan algunos fantasmas del pasado, manteniendo a otros encerrados en los laberintos de la memoria –quién sabe hasta cuándo-. En esa época no podía seguir escribiendo, tenía que intentar atravesar los bosques del sol, fue muy difícil ingresar pero más difícil, sobrevivir dentro del bosque,  -muchas veces recordé “Los juegos del hambre” de la hermosa J. Lawrence-    y al final encontrar una salida después de más de un año de recorrido por una selva inhóspita no apta para la vida humana.

Luego de varios meses de salir del bosque, empecé a pensar en cómo reabrir mi blog, y se me ocurrió hacerlo con una serie de cuentos cortos, agrupados en “Cuentos de carretera”, que había podido imaginar a lo largo de mi recorrido. Siempre que viajaba desde Machala hacia Guayaquil o hacia Cuenca, a más de putear mentalmente a las autoridades por el pésimo estado de nuestras carreteras, iba imaginando historias que podían suceder en los pueblos por los que pasaba.
Y así nació un cuento corto “Los ojos sin vida” al perderme en un desvío en la carretera a Cuenca, y pensar por un momento, que ya no podría salir de allí, y más tarde “La casa de Naranjal” al sentir una presencia extraña cada vez que pasaba frente a esa casa, dándome cuenta que la pesadilla recurrente que tenía de niño, explicaba una parte del cuento, y ahora la increíble y triste historia de los ancianos del “Recinto Cien Familias” del cantón Balao, que quizás sea difícil de creer, pero que define hasta dónde puede llegar el amor de unos padres por su hija.

Cuento N° 1:  “Recinto Cien Familias”



El Concejo de Ancianos del recinto Cien Familias, del cantón Balao, presidido por don Jacinto Yagual, e integrado por seis ancianos de más de noventa años, fueron convocados para su reunión anual y aprobaron el orden del día –que por cierto, era el mismo Orden del Día de todos los años-
Punto Uno.- Comprobación del número de ancianos que continúan con vida
Punto Dos.- Contabilidad del recinto.

Cincuenta años atrás habían fundado el pueblo, y se habían comprometido –con pacto de sangre incluido- a reunirse una vez por año para comprobar que no exceda de cien el número de familias, pues consideraban que si lo superaban, todos los males de las grandes ciudades caerían sobre el recinto, y además porque el anciano mayor en ese entonces, había tenido un sueño de prosperidad para todas las familias fundadoras, pero también de tragedia si se superaban las cien familias.

La última hija del presidente del Consejo de Ancianos, María Yagual, era su preferida, había crecido libre sobre los llanos de la comuna, domaba potros mejor que cualquier vaquero, y nunca se había enamorado pues los hombres del sector no se atrevían con ella. Hasta que llegó desde La Troncal, Floresmilo Tomalá, para visitar a un familiar a quien le dijo que buscaba tierras para invertir, pero en realidad lo que buscaba era una esposa con quien formar una familia y asentar cabeza, luego de una larga etapa dedicado a la diversión, de pueblo en pueblo, de feria en feria, pues tenía tanta fortuna que no se alcanzaba a gastarla.
Floresmilo y María quedaron impactados cuando se conocieron, se enamoraron, y pronto decidieron formar una familia, él compró unas tierras productivas y empezó a cultivarlas, compró ganado, construyó enseguida una casa, que pasó a ser la mejor del recinto, y se casaron. Invitaron a todo el pueblo a festejar su matrimonio y a compartir los tres días de celebraciones. Parecía que nada pudiese oscurecer su felicidad.
Pero no sabían que el destino cruel y pesaroso se iba a ensañar con ellos, pues la contabilidad del recinto indicaba que ya había cien familias, y que, por lo tanto, el Concejo de Ancianos debía resolver que la nueva familia abandone el pueblo, debían ser expulsados de inmediato y sus bienes serían confiscados a favor del recinto. En un rincón de la sala de la reunión, don Jacinto Yagual lloraba, como no lo había hecho en sus noventa y tres años, y se lamentaba en voz alta:
-Cómo puedo hacerle esto a mi hija más querida?-
Cuando suscribió el acta de fundación del recinto, y se cortó una vena de su brazo para que su sangre quedara registrada, no podía imaginar que cincuenta años después, le causaría un dolor tan grande. El anciano secó sus lágrimas con la manga de su camisa, se levantó y dijo en voz alta:
-Hagan la contabilidad otra vez, pues una familia ya no existe, la de Jacinto Yagual y su esposa-
Salió de la reunión, fue a su casa, cargó su arma, y miró a su mujer, ella simplemente le dijo:
-Haz lo que tengas que hacer-
Hundiendo su mirada en la de su esposa, le disparó un solo tiro y la mató, y enseguida se pegó un tiro en la cabeza.
El Concejo de Ancianos anotó en el acta de la reunión anual del año 2015:
Punto Uno: Ancianos vivos: 6 – 1 = 5
Punto Dos: Contabilidad del recinto: Familias: 100 – 1 = 99
99 + 1 = 100
 
Cuento N° 2:  “La casa de Naranjal”
 

-Ahí estaba otra vez-
Cómo todas las veces que había pasado por Naranjal en los últimos años, sentía esa angustia que me lastimaba el estómago, esa desconsoladora sensación dentro del alma que me hacía preguntar:
-Qué pasa en este sitio?-
En uno de los tantos viajes, de Machala a Guayaquil, identifiqué el sitio exacto que me provocaba tanto malestar, pude verla, sentí que me llamaba, era una casa antigua de madera y cubierta de zinc oxidado, estaba abandonada, no tenía puertas ni ventanas, y según me dijo el vendedor de jugos de la esquina, nadie podía entrar allí, pero el viejito que vende panes en un charol, al darme el vuelto, me dijo en voz baja:
-Tenga cuidado, no pregunte más-
Eso bastó para llamar mi atención y empecé a investigar la historia de esa casa. Fui a la biblioteca municipal, una señora mayor me contó una trágica historia de la familia que había vivido ahí, y me buscó los periódicos de hace cincuenta años. El titular de primera página del diario "El Nacional" describía la noticia:

"Masacre en Naranjal"
"Asesinaron a todos los miembros de la familia Urbina, los criminales penetraron en la noche, machete en mano, y destrozaron a todos los miembros de la familia: los padres, la abuela en su mecedora, y los dos hijos, aunque aún no se encuentra el cadáver del hijo mayor de doce años"
"Al padre lo destrozaron con cuarenta machetazos, a la madre le abrieron el cráneo de un sólo golpe, la abuela de noventa y cinco años fue decapitada en su mecedora, su cabeza se encontraba a diez metros de distancia de su cuerpo, a uno de los menores le cortaron el estómago de un solo tajo. El cadáver del hijo de doce años aún no aparece, la policía sospecha que fue secuestrado"

La noticia era espeluznante, como para alejarse de allí enseguida, pero no podía, sentía que era mi obligación ir a la casa, y a pesar de que ya estaba oscureciendo, me decidí y entré. Fue una extraña sensación, no podía creerlo, allí estaba la pesadilla recurrente de mi niñez, ahora lo comprendía todo, ahora sabía por qué la casa me llamaba, por qué no podía entrar nadie: eran los colores oscuros: grises y negros, los que bloqueaban las puertas y ventanas, y me di cuenta enseguida de la diferente densidad que tenían y de los sonidos horrorosos que emitían al apretarse entre ellos, igual, exactamente igual a los colores y a los sonidos de las pesadillas que tenía frecuentemente de niño, cuando "volaba en fiebre" producto de mis innumerables enfermedades, y estaba a punto de convulsionar.
Y empecé a verlos, allí estaban todos, lo que quedaba de ellos, que era sólo energía negativa: el padre destrozado, en hilachas, la madre con la cabeza abierta en dos partes, la abuela disfrutando de su mecedora pero refunfuñando porque a cada rato se le caía la cabeza, y el niño arrastrándose por el piso tratando de introducir sus vísceras en su cuerpo.
Y de repente lo sentí, alcé la mirada y aún sin verlo sabía que estaba allí, era el chico de doce años que se salvó de la masacre y desapareció hace cincuenta años, tenía ahora mi edad, pero bajaba por las vigas y columnas de madera como si fuera un animal silencioso, herido, buscando venganza, no sentí temor y simplemente lo esperé, cuando estiró su cuerpo frente a mí, pude ver lo que él veía, y pude sentir lo que él sentía, era yo.
Cuento N° 3:  “Los ojos sin vida”
Era una tarde brumosa de agosto del 2010, empezaba a anochecer cuando debí tomar el desvío de la carretera Cuenca-Machala, regresaba solo, Nelly debió quedarse en Cuenca para unos chequeos médicos.
Semanas atrás la carretera había sido destruida en un tramo de 800 m por un derrumbe, los técnicos del MTOP anunciaban que no podría ser rehabilitada, y no quedaba más que tomar el desvío por la parte alta de las montañas, era un camino estrecho y ondulado, recorrerlo era regresar al pasado en cincuenta años. A los pocos kilómetros de recorrido había una bifurcación con un letrero que indicaba el camino a seguir, y tomé hacia la derecha y hacia arriba, pero minutos después mi cerebro me alertaba algo, la flecha del letrero la recordaba borrosa, pero no había forma de retornar en ese camino tan estrecho, y decidí seguir. Craso error.
Había transcurrido más de una hora y mi desesperación aumentaba, a lo lejos vi una pequeña luz en la noche cerrada, era una casa y junto al camino estaban dos personas, paré para pedir ayuda, y me llevé el susto más grande de mi vida, era una señora vestida de negro con una cara horrorosa y un niño de unos seis años que miraba hacia el suelo, le pregunté que caminó seguir para llegar a la carretera a Machala y me indicaron que siga por el camino de abajo, que ya estaba cerca, en unos quince minutos vería la carretera, le agradecí y arranque, en el instante en que el niño alzó la cabeza y pude verle los ojos sin vida que tenía, completamente nublados pero parecían mirarme fijamente.
 Estaba aterrado, pasaron más de tres horas y nunca llegaba a la carretera, cuando divisé a lo lejos lo que parecía ser una fogata, su iluminación le daba un aspecto fantasmagórico a los árboles, había personas juntó a ella, me detuve para pedir ayuda.
 -Nooo, Dios mío!-
 Era la misma señora horrorosa y el niño que me miraba con sus ojos sin vida, y riéndose me dijo con una voz gutural que parecía salir de las entrañas de la tierra
 -Te estábamos esperando-
 -NOOOOO!!!!
 


martes, 19 de noviembre de 2013


Memorias de un jubilado – N° 14
“Cerrado por inventario”
 
Había visto esos letreros tantas veces desde que era un niño, casi siempre al final del año, y veía los locales comerciales cerrados, y me preguntaba siempre qué pasaba, por qué los cerraban, en otros ocasiones el letrero decía “Cerrado por balance”, y yo me imaginaba algún problema familiar en la familia, basándome el viejo tango-bolero de Chico Novarro: Nuestro Balance
“Sentémonos un rato en este bar /a conversar serenamente. /Echemos un vistazo desde aquí /a todo aquello que pudimos rescatar. /Hagamos un balance del pasado /como socios arruinados, /sin rencor…”
Nunca imaginé que en algún momento llegaría a cerrar mi blog, lo había creado con tanta ilusión, pues quería contar historias, desde aquel 24 de junio del 2013 cuando publiqué la primera en el blog, aunque en este caso, al cerrarlo, no se trata de hacer un inventario o un balance de lo escrito, lo escrito, escrito está, y son sólo las personas que han accedido a él, –generosamente, el blog registra 3360 entradas– quienes pueden juzgarlo. En el momento que se publica un recuerdo, que tanto ha costado para rescatarlo de las profundidades de la memoria, deja de pertenecer a su dueño, y pasa a ser de dominio público, y ya no se tiene autoridad sobre él.
Debo cerrar el blog pues debo emprender una larga trayectoria de más de un año a través de los bosques del sol, un lugar inhóspito, con selvas profundas en donde no existe un camino trazado, sino que se lo debe ir abriendo a golpe de machete, y llevando solamente en mi mochila digital las herramientas de supervivencia.
“Caminante, no hay camino, /se hace camino al andar. /Al andar se hace el camino, /y al volver la vista atrás, /se ve la senda que nunca /se ha de volver a pisar…”   Antonio Machado
Pensaba que podría seguir escribiendo sobre aquellos fantasmas de mi memoria que tantas veces dan vueltas en mi mente buscando hilvanar alguna historia o algún cuento corto, que me dé una satisfacción momentánea. Siempre que terminaba una memoria de un jubilado, empezaba otra, a dar vueltas en mi cabeza, y comenzaba a imaginar cual podría ser el inicio de la historia. Alguna vez leí a Gabriel García Márquez, contestando una pregunta en una entrevista, describir la importancia que tiene el inicio de cualquier historia para el desarrollo de la misma:
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” Cien años de soledad.
“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.” Crónica de una muerte anunciada.
“Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial…” El otoño del patriarca.
“José Palacios, su servidor más antiguo, lo encontró flotando en las aguas depurativas de la bañera, desnudo y con los ojos abiertos, y creyó que se había ahogado.” El general en su laberinto.
“El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.” Memoria de mis putas tristes.
De tal manera que cuando los recuerdos luchaban por salir, mi mente buscaba un inicio digno para narrarlo, y pensaba, si no tengo un inicio no tengo una historia.
Se quedan retenidas en mi memoria tantas historias, que han buscado ser narradas, pero que, lamentablemente, ya no podrá ser, pues se debe cerrar este blog, historias sobre las que ya tenía un inicio –en algún caso–  o sobre las que teniendo tantos recuerdos alrededor de mi mente, aún debían hilvanarse para ser liberadas –“Hilaré mi nostalgia…”–
Se quedan guardadas:
“La Virgen del Cajas”,
“…Y la sangre que brotaba confundiose con el vino…”,
“El toro bravo de Cartagena”,
“Los hermanos peruanos”
“El reloj de Praga dijo: sigan”,
“He arado en el mar”,
“El Bolivesco”,
“La motonave Don Antonio y el chocolate del malecón”,
–No todo lo que se vive se recuerda. Hay elementos que la conciencia graba en lo más profundo y que la memoria jamás podrá recordar ni contar–
Pero además de querer narrar estos recuerdos, pensaba que algún día podría dar a las historias ya contadas otra alternativa para su final, de acuerdo a lo que mi imaginación me dictare en ese momento, convirtiendo la historia real en un cuento corto con las licencias literarias que este permite, tal como lo hice en el Blog N° 1: “Tres minutos: Una vida corta.”
Y con ese pensamiento me atrevo a cambiar la historia real de “La maldición de la gitana” por el siguiente cuento corto
“La maldición de la gitana”
Cuando me di cuenta que su mano recorría suavemente mi cadera, sin que las personas que estaban a nuestro alrededor se dieran cuenta, sentí una extraña sensación y reaccioné con violencia, rápidamente le apreté la mano justo cuando llegaba a mi billetera que la había guardado en el bolsillo delantero derecho del pantalón, gritándole al mismo tiempo
– ¡Ladrona, qué querés!–  
Todo el grupo que nos acompañaba, argentinos, uruguayos, paraguayos, se dieron cuenta de lo que pasaba y gritaban a coro – ¡Ladrona, ladrona, ladrona!–,  una multitud nos rodeaba, yo no le soltaba la mano dentro de mi bolsillo, y seguí increpándola
– ¿Qué querés mis tarjetas de crédito, mis dólares, o buscás mi pasaporte? – Así, con acento argentino, inexplicablemente.
Lucho me dijo después –Javier, ¿qué te pasó que hablabas como argentino? –
–Y, qué se yo! En pleno shock por el intento de robo, se me pegó la forma de hablar de los compañeros de viaje argentinos–
Ella no decía nada. Era una mujer bajita, flaca, muy flaca, que aparentaba ser una anciana para pedir caridad, y así arrimarse a cualquier turista, para meterle la mano al bolsillo, pero sólo aparentaba vejez, era una joven gitana más fea que el susto, y se cubría la cabeza con un largo manto de color indefinido, se moría de rabia al ver que no la soltaba y que todos los turistas frente a la Basílica de la Sagrada Familia, en Barcelona, la identificaban como una ladrona y se lo gritaban.

El viaje se había planificado un año antes, el grupo lo conformaban Panchito y Saharita, Lucho, Loly y Jimena, y nosotros Javier y Nelly, cuando empezamos el recorrido en París el miércoles 6 de mayo del 2009, los guías españoles nos advirtieron del riesgo de las gitanas en los sitios en donde mayor era la concentración de turistas, y en cada ciudad nos repetían la advertencia, las habíamos visto en París, en Viena, y en Florencia por todas partes, de manera que, esa mañana del sábado 23 de mayo del 2009 encontrarla frente a la Basílica de la Sagrada Familia, no fue ninguna novedad.
La había visto venir, a unos treinta metros, llevaba un cartel en la mano, un pedazo de cartón con una anotación pidiendo una caridad, y tenía una imagen deplorable, ella iba a la caza de alguna presa, cual ave de rapiña sobrevolando a un moribundo, sus movimientos eran calculados, se deslizaba entre la gente lentamente, para ocultar su intención, pero, advertido como estaba, decidí jugar su  juego,  – “Halcón que se atreve con garza guerrera, peligros espera” –, fingía que no la había visto, mientras se escuchaban las palabras del guía, y los turistas tomaban fotografías de la Basílica de Gaudí –siempre inconclusa, siempre con obras nuevas–, nunca la miré de frente, sólo de reojo, cuando ella pasó a mi lado, inmediatamente dio media vuelta y se me arrimó mostrándome el cartelito, y con voz lastimera me pedía ayuda para comer. Me había elegido, debí parecerle el más tonto de todos, y se confió, allí empezaba la batalla.
Inmediatamente después de agarrarle la mano, recuerdo haberle preguntado
–Por qué me elegiste a mí, por qué pensás que soy el más cojudo? –
–Mirá, acá está Panchito– Panchito me miró sorprendido y molesto.
–O Lucho, o cualquiera de estos argentinos boludos–
Ella me clavo la mirada en los ojos, una mirada llena de furia, y gritándome con odio me lanzó una maldición gitana: Yo te maldigo, no vas a llegar a tu casa
Me asusté y le solté la mano, ya no se oía ningún grito, el silencio era sepulcral, todos se daban cuenta de la gravedad de una maldición gitana, en segundos desapareció de la escena, y el recorrido turístico pudo continuar hasta el almuerzo en Puerto Olímpico, en donde nos reímos del incidente al calor de las jarras del buen vino de la casa y los mariscos que nos servían bandeja tras bandeja y el vino, jarra tras jarra.

–Señor Usted no puede pasar, Usted está caliente– me dijo una Doctora del Ministerio de Salud que hacía el control del virus en el aeropuerto de Guayaquil.
–Siempre Doctora,  pregúntele a mi esposa que está aquí a mi lado
Señor, esto no es broma, Usted está enfermo
–Doctora, llevo horas viajando, estoy cansado, tengo que viajar a Machala en carro pues se acabaron mis vacaciones y mañana temprano debo presentarme a mi trabajo
Fue inútil, me llevaron a un laboratorio que habían habilitado en el aeropuerto, y me tomaron muestras de la garganta, en todo el mundo existía la alarma por una nueva enfermedad que el 30 de abril de 2009  –es decir una semana antes de iniciar nuestro viaje– la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió denominarla gripe A  H1N1, más conocida como gripe porcina. El 11 de junio del 2009 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la clasificó como de nivel de alerta seis; es decir, "pandemia en curso". El 10 de agosto de 2010 la OMS anunció el fin de la pandemia, 14 meses después y luego de haberle dado la vuelta al mundo. La pandemia tuvo una mortalidad baja, en contraste con su amplia distribución, dejando tras de sí unas 19.000 víctimas.
Había pescado la enfermedad en New York, después de ver las maravillas de la vieja Europa, pasamos una semana en New York viendo las imágenes publicitarias de Time Square –una pequeña pero gran diferencia– y aprendiendo a querer a la Gran Manzana, entre el teatro de Broadway y los diferentes niveles de Macy’s. En los últimos días empecé a sentirme mal, no tenía fuerzas, quería descansar a cada momento, tenía gripe, tos y dolor de cabeza. El miércoles 3 de junio tomamos un avión de American Airlines, de New York a Miami, a las 6h20, tuvimos que ir de madrugada al aeropuerto, no había desayunado, me tomé un café en Starbucks antes de subir al avión, que me irritó el estómago, me di cuenta que estaba mal cuando quise elevar mi maleta de mano para ponerla en el compartimento del avión, y no pude, Lucho que estaba cerca le dijo a su hijo Christian que me ayude a guardar la maleta.
Enseguida que despegó el avión hacia Miami, en mi asiento, sentí que caía en un pozo negro profundo, no vi ninguna luz al final del túnel y me di cuenta que no podía moverme, vi que Nelly, a mi lado, estaba resolviendo un Sudoku, y le grité con lo que creía eran mis últimas fuerzas
–NELLY, AYÚDAME! –
Pero cual mi sorpresa, Nelly seguía resolviendo su Sudoku, siempre me había sacado en cara que los resuelve todos y en menor tiempo, yo aceptaba su superioridad, pero ese Sudoku, me parecía odioso.
¡Dios mío, qué pasa, esto es una pesadilla!­ –Fue lo último que recuerdo haber pensado –
Cuando me desperté estaban dos doctores examinándome, uno de ellos hablaba español y le preguntaba a mi esposa por la cicatriz que tengo en el pecho, si era producto de alguna operación al corazón. Sentía las manos dormidas, y comencé a hablar incoherencias hasta que el doctor me dijo que me calle, que debía descansar, una azafata trajo un tanque de oxígeno y me pusieron la mascarilla, no entendía que había pasado hasta que Nelly me explicó que me había desmayado, que no había existido ningún grito de mi parte, que no había existido ningún Sudoku, y que tenía que calmarme, que todo estaba bien. Lucho, al darse cuenta que me había desmayado y que Nelly trataba de despertarme, había corrido por el pasillo del avión hasta encontrar una azafata para que solicite por los altoparlantes un médico.
Recordaba en ese momento a Mia Farrow en “Rosemary's Baby (La semilla del diablo)”, cuando todos los adoradores del diablo le pedían que descanse, que todo estaba bien, con la mascarilla de oxígeno en mi cara veía que todos los pasajeros me miraban, algunos parecían preocupados, otros molestos, el avión aún estaba volando en el espacio aéreo de Estados Unidos, y por tanto, si un pasajero falleciera, el avión debía regresar al aeropuerto de salida, más de uno debe haber pensado –resiste, no te mueras todavía, hasta que salgamos al espacio aéreo internacional–
En el aeropuerto de Miami, una funcionaria acuciosa insistía en que debía internarme en un hospital, que el procedimiento era obligatorio, me habían proporcionado oxígeno en el vuelo New York-Miami por lo tanto debía ser internado, no podía continuar el viaje de Miami a Guayaquil. Argumenté que ya me sentía bien, que había sido un simple desmayo porque no había desayunado nada, y que lo único que necesitaba era ir hasta el restaurant del aeropuerto “La Carreta” para servirme unos frijoles negros con carne de cerdo. Accedieron a llamar a los paramédicos del aeropuerto, me examinaron, y me hicieron firmar una carta de responsabilidad para permitirme el viaje. Lo que omití contar era que el día anterior se me habían terminado las pastillas para controlar la presión, DIOVAN 80, y que el malestar de la gripe me consumía. En un carrito eléctrico me llevaron hasta la puerta del restaurant La Carreta. Y me recuperé.
Cuando estábamos en la fila, junto con un centenar de personas, para el control migratorio y de aduana, en el aeropuerto de Guayaquil, nos dimos cuenta que habían médicos tratando de controlar que el virus no ingrese al país,  Nelly me rogaba que no tosiera, y que me aguantara la gripe, pero no se pudo evitar, tenía todos los síntomas de la gripe A  H1N1.
En el laboratorio que habían instalado en el aeropuerto, luego de tomar una muestra de mi garganta, comprobaron que tenía el virus, me permitieron que viaje a Machala, con la condición de que nadie podría salir ni entrar a la casa, la declararon en cuarentena, y nos dijeron que funcionarios del Ministerio de Salud nos visitarían continuamente para monitorear la evolución de la enfermedad. Cerca de Machala, a unos veinte minutos, en la curva grande antes de llegar a El Guabo, iba conversando con Nelly y le decía: ya estamos cerca de llegar a casa.
Craso error, el destino tenía otra jugada, de repente en la curva, en sentido contrario, una volqueta a toda velocidad invadió mi carril, traté de evitar el choque de frente, virando hacia la derecha, pero la volqueta me dio de lleno en la puerta de mi lado y me sacó de la carretera dando vueltas de campana, los “airbag” se activaron y salvaron a Nelly que no paraba de gritar, y yo quedé atrapado entre los hierros de la puerta y el volante, que parecía incrustado en mi pecho, el dolor era insoportable, me imaginaba las costillas rotas y clavadas en los pulmones pues no podía respirar, los huesos de piernas y brazos debían estar rotos pues el dolor era inaguantable, no podía moverme y sentía que de mi cabeza brotaba sangre a borbotones, chorreaba por mi camisa y me mojaba el pantalón.
Una luz tenue iluminaba el ambiente terrorífico, seguramente la luz del faro de alguno de los carros, seguía funcionando, de tal manera que pude ver, a través del polvo y las matas de banano, la volqueta virada y atravesada, me di cuenta que en el parabrisas tenía el escudo de mi equipo, el Barcelona, lo cual no era ninguna novedad pues la mayoría de los carros en Ecuador lo tienen. Enseguida me di cuenta de lo irónico del asunto, el escudo no tenía las letras B.S.C., Barcelona Sporting Club, del Barcelona de Guayaquil, sino que decía F.C.B., Futbol Club Barcelona, el escudo correspondía al Barcelona de España, y en la parte superior del parabrisas tenía el nombre de la volqueta: “La Gitana”.
Miré a Nelly que seguía gritando, pero –cosa rara– ya no la escuchaba, sólo veía sus gestos, y en ese instante me di cuenta que ya no sentía ningún dolor, al contrario sentía una tranquilidad total, y pensé:
– ¡Qué mujer más poderosa esa gitana!……

jueves, 17 de octubre de 2013


Memorias de un jubilado – N° 13

El señor de los discos

Papi lo busca el señor de los discos
Era el año 1963, estaba en mi último año de la escuela, y recuerdo perfectamente la emoción que me causaba la visita del señor que nos vendía los discos que se editaban en Guayaquil, él viajaba en los barcos –no había carretera Machala-Guayaquil– y cumplía con cualquier encargo que se le hacía, y siempre se lo veía caminando por las calles polvorientas de Machala de esa época y bajo soles ardientes buscando la sombra de los soportales, con su maletín y algunos discos bajo el brazo, ya que en Machala no existía ningún local dedicado a venderlos.
En todas las radios de Guayaquil  se escuchaba la propaganda de J.D. Feraud Guzmán, que iniciaba con el sonido del saxo de Big Sam Morowitz en la famosa “Harlem nocturno”, y en seguida la voz del anunciante:
–“Haga del disco su mejor regalo..… J.D. Feraud Guzmán”–
Me parecía algo fantástico, me imaginaba tener en un solo local toda la música del mundo que se escuchaba en las radios, y poder sentir uno a uno, en mis manos los discos en formato Long Play, y comprar aunque sea uno a la vez, para tenerlo en la casa y escucharlo en la “Radiola JVC” que tenía mi padre en casa, allí empecé a valorar la música como algo especial en mi vida, y desde luego tenía mis preferencias, crecí admirando a Los Iracundos, y a los Beatles –gracias al señor de los discos pude tener el primer disco de los Beatles que grabara IFESA en Ecuador–, y más tarde mis preferencias se fueron hacia el rock clásico de Led Zeppelin, The Doors, Creedence Clearwater Revival, pero poco a poco me daba cuenta que conocía exactamente las letras de los tangos argentinos, de tanto oírlos cantar a mi padre cuando escuchaba sus discos, algunos con letras muy difíciles pues estaban escritos en “lunfardo” la jerga de Buenos Aires      
–“Cuando rajés los tamangos / buscando ese mango / que te haga morfar...” – (Cuando dañes los zapatos buscando ese dinero que te haga comer)
Y siempre, hasta ahora, o hasta el fin, apreciaré en sumo grado, la antigua “Melodía de arrabal”:
–“Viejo... barrio... /perdoná si al evocarte /se me pianta un lagrimón, /que al rodar en tu empedrao /es un beso prolongao /que te da mi corazón.
Cuna de tauras y cantores, /de broncas y entreveros /de todos mis amores; /en tus muros con mi acero /yo grabe nombres que quiero: /Rosa, la Milonguita... /era rubia Margot... /en la primer
cita /la paica Rita me dio su amor.”
Las letras de los tangos eran historias de amores y desamores, que al cursar los primeros años del colegio, me sacaban de la realidad de esa Machala antigua, y me llevaban a donde mi imaginación quería, historias que se incrementaron cuando empecé a ser cliente asiduo del cine Popular, ubicado convenientemente a una cuadra de mi casa en la calle Sucre, y pude apreciar las viejas películas de Carlitos Gardel  –en blanco y negro desde luego–, allí en sus bancas largas de madera, no habían butacas en este cine, podía verlo cantar las canciones que en la radiola de mi casa sólo podía oir, y la satisfacción era completa. Enrique Santos Discépolo, uno de sus máximos poetas, definió al tango como un pensamiento triste que se baila, algunos lo consideran un acto sexual elegante que se ejecuta bailando, pero de cualquier manera se impuso en el mundo entero.
Escuchaba a mi padre cantar los tangos argentinos de los discos que ponía en su radiola cada vez que regresaba de su trabajo, pero no sólo de Carlos Gardel  sino también de las grandes orquestas argentinas de Aníbal Troilo, de Alfredo de Ángelis, Francisco Canaro, Miguel Caló y desde luego del “Varón del tango” Julio Sosa –uruguayo, para desgracia de los argentinos–. Por eso, cuando terminaba el colegio en 1969, y las autoridades programaron la gira de graduación de un mes por Buenos Aires y Santiago, realizando actividades durante todo el año para financiar la gira, mi padre que me apoyó en todo, me dijo:
–Vas a realizar el viaje que siempre he querido hacer–
Y pude disfrutar Buenos Aires en febrero de 1970, tenía 17 años  y una visión juvenil, junto con mis compañeros del San José-La Salle, que no me permitió conocer el verdadero Buenos Aires, el de los tangos, hasta que en octubre de 1986, debí viajar otra vez para asistir a un Seminario de Puertos y Vías Navegables, enviado por Autoridad Portuaria de Puerto Bolívar, y viajé con Nelly, y ahora sí, conocimos el mundo del tango, directamente en los barrios porteños en donde nació. Mi padre, por fin pudo conocer Argentina en 1975, y cumplir su viejo sueño, junto a mi madre, y regresaron otra vez, años después, a seguir disfrutando de Buenos Aires y del tango que durante toda su vida lo había cantado.

Pero tengo guardado en mi memoria, que no solamente eran los tangos los que ponía mi padre en su radiola, sino también la música italiana clásica: O sole mío, Torna a Sorreto, Funiculí Funiculá, Al Di La, Arrivederchi Roma, y la famosa Volare: “Nel blu dipinto di blu”, que años más tarde, en junio del 2009, disfrutáramos con Nelly y nuestros amigos Panchito y Saharita, Lucho, Loly y Jimena, en la “Noche Florentina” en uno de los lugares más bellos de Florencia: “La Certosa“, ubicado en una de las colinas de la ciudad “Cercina”, frente a un antiguo monasterio benedictino. Pero el disco italiano que más recuerdo es el de Renato Carosone: Guaglione, O sarracino, Chella lla’, La panse, Maruzzella, Luna rossa, Pigliate ‘na pastiglia, que años después, gracias a los programas que permiten bajar música, he podido reunir todas estas canciones en un archivo mp3 de música italiana, que cuando lo escucho vuelve a mi memoria la antigua radiola JVC y los discos de mi padre.

Nunca supe el nombre del señor de los discos, hace unos meses les pregunté a mi madre y a mi hermana si lo recordaban, y me contestaron que no, no sabían de quién les hablaba y menos podían recordar su nombre, de manera que, no puedo hacer otra cosa que recordarlo como “El señor de los discos”, que permitió que mi padre le comprara sus discos en una época en que no había un almacén de música en Machala.
Cuando por fin se inauguró la carretera Machala-Guayaquil el comercio empezó a cambiar y se instalaron los almacenes de música, recuerdo el del amigo Andrés Pacheco, ubicado junto a TAME, a donde concurría habitualmente para adquirir mis discos, ya se imponían Sandro, Favio, Alberto Vásquez, Los Iracundos, y mi padre empezó a comprar los discos en 4 fases, que presentaban un sonido espectacular por la forma de grabación, era lo máximo en ese entonces, y recuerdo el disco de Ronnie Aldrich y sus dos pianos, y especialmente “Gypsy” de Werner Müller con las mejores canciones de todas las épocas: Czardas, Rapsodia Húngara N° 2, Dos guitarras, Zorba el griego, Ojos negros.

 
 
Ahora las tengo a todas, nuevamente a mi disposición, lo que antes era el disco de 4 fases en la radiola de mi padre, ahora es un archivo en mi computadora y un CD en mp3 en mi carro, que continuamente estoy grabando, de acuerdo a mis preferencias momentáneas, que casi siempre se dejan llevar por lo que dictan los laberintos de mi memoria, disminuida a veces, por lagunas mentales propias de la edad, pero que están siendo combatidas con estos escritos en mi blog Memorias de un jubilado, antes de que llegue la pérdida total de los recuerdos.
 
Tengo muchísimas formas de recordar a mi padre, él me enseñó tanto durante toda su vida, desde que veo mi primera imagen en el espejo al despertarme, lo veo a él, –dicen que me parezco un poco, siempre respondo tal vez en lo físico, porque en lo espiritual estoy muy lejos– pero por sobre todo, lo recuerdo  con el ejemplo de vida que me dio, por eso me golpeó tanto la llamada que recibí años atrás del Dr. Hugo Sánchez Director Técnico de SOLCA Machala, cuando me explicó que mi padre, siendo Presidente de SOLCA, se había realizado exámenes rutinarios cuyos resultados eran confusos y me pedían que lo lleve al laboratorio para tomar otras muestras de sangre. No quería entender, mi mente lo rehusaba, sentía que mi cabeza iba a estallar, recuerdo haber dicho ¿Por qué yo?  y le pedí al doctor que me explique lo que trataba de decir:
–Don Galo tiene Leucemia, y queremos hacer otros análisis para confirmarlo, pero no nos atrevemos a decírselo, por eso le pido que lo traiga, diciéndole que las muestras anteriores no sirven, están contaminadas–
–No creo que resulte–  le contesté –tengo que decírselo directamente, él no se merece un engaño–
Cuando confirmaron la noticia, nos alentábamos con mi madre y mi hermana Patricia, en el sentido de que, muchas personas con esta enfermedad pueden seguir haciendo su vida normal durante muchos años. Me lo dijo también el primer médico que lo trató, en Quito, cuyo nombre no recuerdo, pero tenía entre sus pacientes a ejecutivos con esa enfermedad, durante muchos años –nos daba esperanzas de vida–.  Un domingo cualquiera de ese entonces, acudió en la mañana a casa de su hermano Servio, allí estaban reunidos desayunando, varios de sus hermanos, Winston y Martha, Dula, Josefina, y desde luego Servio y Yolanda, y les dio la noticia sin que se le corte la voz, con toda serenidad,  pidiéndoles que lo acepten como algo natural y sin lamentaciones –él no quería causar problemas a su familia a la que tanto quería–
Y comenzó una larga batalla acompañado siempre por mi madre, en los tratamientos en SOLCA Guayaquil, hasta aquel día 26 de marzo del 2001, cuando en su cama, se nos fue –pero se nos fue para ya nunca irse de nosotros–. Al siguiente día en el altar de la Catedral de Machala, completamente llena, junto al féretro de mi padre, pronuncié la oración más hermosa que existe para despedir a un ser querido “Silencio y paz”, me la había sugerido una de sus primas más queridas Hipatia Paladines de Chavarría, me la había aprendido durante el velorio, y no sé de dónde saqué fuerzas para decirla, mirando continuamente a mi madre y a mi hermana, pues la batalla había terminado:
“Silencio y paz, /fue llevado al país de la vida. / ¿Para qué hacer preguntas? /Su morada, desde ahora es el descanso, /y su vestido la luz para siempre. /Silencio y paz. ¿Qué sabemos nosotros.”
Dios mío, Señor de la historia, /y dueño del ayer y del mañana, /en tus manos están las llaves de la vida y de la muerte. /Sin preguntarnos /lo llevaste contigo a la morada santa, /y nosotros cerramos nuestros ojos, /bajamos la frente /y simplemente decimos: Está bien, Así sea…”
No creo que pase un día sin recordarlo, lo extraño tanto, estaba tan acostumbrado a verlo como un amigo incondicional y como un padre amoroso con sus hijos, siempre junto a mi madre, y no dejo de admirar –ahora que soy abuelo– la capacidad que tenía para hacerse querer de sus nietos y para amarlos totalmente. Sus hermanos eran tan importantes para él, que no dejo de recordar el respeto con que los trataba, jamás vi en él una muestra de inconformidad con alguno de ellos.
–Eran ocho hermanos, ahora sólo quedan tres–
Y me quedó para siempre su música, no cualquier disco heredado, sino su gusto por la música, como una herencia íntima que me permite regocijarme en su memoria.
Seguramente nunca sabré quién fue el señor de los discos, pero si estoy seguro que el Señor de la música en mi vida, fue mi padre, Galo Córdova Polo.
"La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla"
Gabriel García Márquez